L’échappée sauvage, de su nombre original Intemperie, realizado en 2019 por Benito Zambrano es una oda a la España de la posguerra, un grito de ayuda de los sacrificados de la guerra civil. Un western contemporáneo en el que se enfrentan hombres duros y decididos. En esta España árida de esperanza y llena de pequeños campesinos en agonía, unos hombres pretenden ejercer el poder sobre los demás. Un implacable Luis Callejo prosigue a aquel sobre el que se abatió su ira. El niño corre sin mirar atrás, evitando todos los obstáculos en un entorno hostil. Una naturaleza que parece decidida a eliminar cada sobresalto de vida que perturbara el canto de las cigarras y el inquietante vuelo de los buitres.
El tema de la guerra, aunque no se evoca explícitamente, transpira por todos los poros de los personajes y del paisaje seco y sin vida. La guerra está presente, subyacente, en varios momentos de la película. La aplastante victoria de los franquistas sobre los republicanos, materializada en la persona del capataz. Su autoridad violenta e implacable sobre los campesinos que explota hasta la médula y su pretendida superioridad moral sobre ellos, le permite tratarlos como inferiores y arrancarles la poca dignidad que les queda. Finalmente doblega a la hermana del niño escapado, que resiste con notable orgullo ante la crueldad de su adversario. Quiere eliminar toda forma de resistencia a su autoridad, incluyendo al niño. El fantasma de la guerra, eludido por el pastor en varias ocasiones ante el niño, resurge como un relámpago con la daga que tiene. Una daga adornada con una esvástica, robada por el niño a un antiguo legionario. El triunfo del niño y del pastor sobre los representantes del orden franquista es como una revancha posderrota de los realizadores sobre el régimen de Franco, marcado con un hierro rojo en todas las memorias españolas.
La música, perfectamente orquestada por Mikel Salas, se adapta a los contornos de los paisajes áridos y hostiles de esta España herida y desolada. Acompañada de cantos de cigarras, magnifica las emociones de los personajes e influye el lado dramático de la película. Con la huida del niño hacia la libertad de la colina y las cigarras, la película es como un Pagnol, transpuesto en una España que recupera de la guerra civil, con dos niños que corren a perder el aliento para escapar del dolor de crecer.
Estamos ante un niño muy duro, sin expresión, que su infancia abortada ha hecho impermeable a toda emoción. Desconfía de todo y de todos, rechaza toda ayuda porque no quiere deberle nada a nadie. La vida le ha enseñado muy pronto que un niño en esta época turbulenta no puede contar con la ayuda de nadie, que los que lo persiguen son despiadados y no retrocederán ante ninguna atrocidad para imponer su fuerza sobre él. Sin embargo, finalmente aceptó la ayuda de un pastor, interpretado por Luis Tosar. El dúo es conmovedor, la confianza entre el hombre y el muchacho se construye poco a poco. Comprenden que son su única esperanza recíproca, el pastor para salir de su soledad y el niño para cumplir su misión. En contacto con el pastor, llamado el Mauro, y las dificultades, tenemos un Jaime López, que al principio parece tan implacable como sus verdugos, pero que termina mostrando sus fallas y su humanidad y que sale crecido. Se muestra digno de los principios que le inculcó el pastor. Se va a la ciudad sin darse la vuelta, siguiendo siempre su camino a pesar de las emboscadas y se sabe realmente en ese momento que se saldrá con la suya.
La crueldad de los hombres del capataz frente a la dignidad del pastor y a la inocencia delniño refuerza la impresión de entrar en un western maniqueo. Los hombres de la ciudad son peligros absolutos que habrá que eliminar para que el niño pueda proseguir su misión. Todo parece estar escrito. Incluso el trágico destino del Mauro, que da su vida para que triunfe la justicia. El niño solo puede sobrevivir, todas las otras salidas son imposibles. Esta película está dedicada «a todos los que enseñan el perdón», y se refiere a la última lección del pastor al niño, que entierra a los muerto antes de irse a la ciudad.
Lyson Mangelinck, CEAL
Violencia. Crueldad. Esperanza y búsqueda de redención. Una sociedad jerárquica, de aspecto feudal, en la que un hombre rico y potente posee sus tierras como sus hombres, en una España empobrecida, herida por la guerra civil. Un chico que quiere acabar con este infierno y su miseria, y que quiere irse para hacerse rico en la ciudad.
El hombre en su aparato más oscuro, en una campiña andaluza que evoca un desierto mexicano, o el teatro de enfrentamientos entre vaqueros en el Lejano Oeste.
A través de paisajes espectaculares y desérticos, y con una trama simple con un ritmo lento y poético, la película Intemperie nos cuenta el periplo de un Niño (Jaime López) que ha huido de la hacienda en la que vivía con su familia, bajo el control del Capataz (Luis Callejo). Después de haber robado un poco dinero y el reloj de su maestro, se enfrenta solo a la inmensidad del mundo, y está perseguido por el Capataz que lo quiere vivo - e indemne. Intenta sobrevivir solo en el desierto andaluz... hasta que se encuentre con un Pastor (Luis Tosa), un lobo solitario como él, que le ayudará.
En su película, Benito Zembrano retrata con maestría un universo despiadado en el que la inocencia se enfrenta a la barbarie de los hombres. Así su intriga es llevada a cabo por una galería de personajes con tonos maniqueos. El Capataz y sus secuaces son representados en su violencia sádica y su salvajismo, que se dirigen generalmente a los más débiles, atacando lo que es puro e inocente: que sea cuando el personaje de Luis Callejo golpea a una mujer, amenaza a la familia del Niño de dejarles morir de hambre, o cuando sus hombres degüellan a las ovejas inocentes. Esta barbarie da lugar a una increíble tensión y un tremendo suspense a lo largo de esta película de búsqueda, y nos dan la impresión de un depredador que se acerca a su presa, y por lo tanto de la inminencia de la violencia.
Frente a ellos, el Niño, que simboliza la pureza y la libertad – asimismo el único cómplice de la huida del Niño es su hermana, otra niña, que debe hacer frente tanto a sus maestros como a sus padres sometidos a la autoridad del Capataz. Al final, el pastor, el que guía a las ovejas descarriadas, el único adulto en quien el niño aprende a confiar. Tenemos incluso el paisaje completo, la naturaleza, verdadera personaje y enemigo con su sequía, sus barrancos ocultos y la escasez de comidas - pero se convierte en un símbolo de esperanza tan pronto como aparece un pozo.
Pero la verdadera belleza de la película de Zambrano está en la ambivalencia de sus personajes, que se revela poco a poco. Un Capataz que entrega su alma a la Virgen antes de cometer las peores atrocidades. Un Niño llamado "diablo", calculador, rebelde y salvaje, capaz de derribar a un enemigo a sangre fría, que sueña con venganza, asesinato e incendio. Y un Pastor que parece debilitado y pacifista, atormentado por su pasado de combatiente en Marruecos y España - - lo que nos recuerda la daga con la esvástica.
Todos estos conflictos internos hacen la riqueza de los personajes y la hazaña de Zambrano, la proeza de hacer de este viaje el recorrido iniciático de un Niño que descubre la realidad repugnante del mundo de los adultos. La cuestión de la violencia como un pulso inherente a la naturaleza humana es omnipresente, en particular a través de la cuestión del asesinato.Mientras que el Niño considera el asesinato como un paso fundamental de su emancipación, de su camino desde un esclavo sometido a los deseos de su maestro a un hombre libre y autónomo, el Pastor conoce el verdadero significado de este gesto - el punto de no retorno. Cuando el Niño le dirá "Nadie me vio", responderá "Si. Tú". Tal vez aislándose en el desierto el veterano quiso huir de los hombres - y de su propia parte oscura...
Este hombre parece decidido a reprimir sus impulsos de violencia en sí mismo, sufriendo los golpes y las humillaciones de sus enemigos sin reaccionar. El único momento en el que deja que este impulso resurja, es cuando tiene que proteger al Niño. Y es en la última escena que el Pastor finalmente consigue su redención, una escena que realmente evoca un duelo en un western- spaghetti, con la larga calle principal de un pueblo abandonado y el cara a cara decisivo.
Llevado por la impresionante actuación de Luis Tosar, el Pastor decide ensuciarse las manos matando a todos los enemigos del Niño, para que su protegido no viva con culpa y remordimiento. Y su última visión antes de sucumbir a sus heridas es para él la mejor de las recompensas: su niño ha crecido, ha aprendido a perdonar. Gracias a su sacrificio, el Pastor obtiene el perdón de sus crímenes, y después de haber enterrado a todos los muertos, el Niño retoma la antorcha de su mentor al llevar su rebaño de ovejas. Su deseo de venganza ya no es: ya está listo para comenzar su vida de adulto, un adulto libre.
Liberado de la esclavitud, de las cadenas que lo encerraban al principio y más aún - este es el magnífico mensaje final de esperanza de Zambrano - liberado de su naturaleza de hombre que lo condenaba de antemano a matar para sobrevivir.
Salvaje, mágico, sorprendente, panorámico, sublimado por excelentes actores y una banda sonora prodigiosa de Mikel Salas, Intemperie es más que una obra maestra, más que un encanto. Es una lección de vida.
Pierre-Adrien Bonnichon-PY, CEAL
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