Hace más de cincuenta años que Patricio Guzman se fue de Chile. Represión, transición democrática y marchas, el tiempo ha pasado bajo el puente no de Mirabeau sino del Mapocho, el río de Santiago, para parafrasear el poeta. Durante todo este periodo, la cordillera era un testigo silencioso. La cordillera se hizo eco de las balas de los carabineros, de los gritos de los desaparecidos y todavía hoy del concierto de las cacerolas.
El director huyó de su país desde el principio de la dictadura y vivió en Francia durante el resto de su vida. Sin embargo, toda su filmografía está habitada por los fantasmas de los años de la dictadura militar de Pinochet. La película La cordillera de los sueños, ojo del oro al festival de Cannes, hace parte de una trilogía con La nostalgia de la luz y el botón de nácar. Esta trilogía evoca un Chile imaginado y soñado por Guzman a partir de sus recuerdos de infancia. Entre el presente y la vuelta al pasado, la cordillera de los sueños constituye una obra muy personal y a la vez bastante política.
Con esta película, Guzman trata de escribir y reencarnar su pasado chileno desde un punto de vista de un exiliado que no reconoce su propio país. De esta manera, el director graba las imágenes de su casa familiar, hoy en ruinas. Esta visión del edificio totalmente destruído da un sentido romántico particular, una mezcla entre melancolía y nostalgia. Se puede ver un paralelismo entre esta película y la autobiografía de Isabel Allende, Mi país inventado. Es la misma empresa de dos exiliados que tratan de reencontrar un país que ahora no existe más. Allende como Guzman evocan el peso de la dictadura, la fuga, el hecho de vivir en un país etranjero y después de regresar a su país y de darse cuenta que ahora el extranjero es yo. La única cosa que se queda sin moverse es la Cordillera, último faro osea la última fosfora. Las dos obras aparecen como una memoria lejana y teñida de una nostalgia que la convierte en fantasía. Es una exploración onírica de la memoria personal pero también colectiva.
En efecto, la cordillera de los sueños es una película muy política en la que los Andes aparecen como un testigo silencioso de la historia de Chile. Lo que llama la atención es que es una obra muy intimista pero también muy colectiva con muchas entrevistas de artistas, poetas o más bien directores que evocan el pasado del país y su respeto a la cordillera. En este sentido, la figura del director Pablo Salas es el doble de Guzman. Es el que grabó lo que pasó durante los años oscuros de Chile, en vez de Guzman, exiliado en Francia. Una construcción en abismo se perfila : Guzman grabó Salas que estaba grabando las marchas. Así la película es muy política, las imagenes en blanco y negro de la represión despues del golpe de estado responden a los fotos actuales de las marchas estudiantes de los años 2000. En conclusión, Patricio Guzman pide un deseo : Chile se convertirá en un país de felicidad como en su recuerdo de niñez. La crisis social de octubre 2019 y las reformas promulgadas gracias a la presión del movimiento social responden a este deseo, del derecho de vivir en paz, como lo cantó Victor Jara.
Pauline Gibaud, secrétaire, le 21/10/2020
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