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Las nuevas formas de protesta : el caso del movimiento estudiantil chileno

Desde hace 20 años, las marchas en Chile son dirigidas por los jóvenes, o sea los estudiantes. De las protestas llamadas El Mochilazo de 2001, luego la revolución de los pingüinos en 2006, a continuación con las marchas contra el sistema educativo de 2011 y hasta la crisis de 2019, los estudiantes, como verdaderos protagonistas, desempeñan un papel político en primera línea. Este ciclo de movilizaciones participa en el desarrollo de las nuevas formas de protesta.



Si Chile tiene una cultura política caracterizada por una movilización popular histórica, son los jóvenes que ahora están en primer plano. Dicho de otro modo, se trata de un resurgimiento de un marco de acción colectiva, desde las primeras décadas del siglo XXI. Los jóvenes marchan contra el modelo neoliberalismo y sus consecuencias, es decir las desigualdades económicas y sociales en Chile, y más precisamente contra la privatización de las universidades. En efecto, existen algunos vínculos entre las universidades privadas y la clase política y el costo de la educación superior que es uno de los más altos a nivel mundial. Todo gira alrededor de una demanda para un derecho social universal lo que incluye una educación pública, gratuita y de calidad. Así, los jóvenes son los protagonistas de la discusión sobre la educación.

La politización de los jóvenes se puede explicar por varias razones. Primero, es una cuestión de generación. En efecto, los jóvenes que salen a la calle no han conocido las dictaduras militares y su represión. Es una generación que no tiene miedo y que quiere que las cosas cambien. Además, se habla de una politización de los jóvenes porque los movimientos estudiantiles hicieron alianza con los trabajadores de la educación a través de reuniones e hitos de unidad. Los estudiantes formaron federación o asambleas con vínculo con la sociedad civil, lo que fortalece esta politización. Hubo por ejemplo la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH) o la asamblea coordinadora de estudiantes secundarios (ACES).

Las marchas estudiantiles constituyen una mezcla entre tradición política de movilización y nuevos repertorios de acción colectiva, entre acción política convencional y no convencional. En herencia de las marchas bajo el gobierno de Salvador Allende, los estudiantes convocan a cacerolazo, una forma de protesta en que los manifestantes hacen ruido golpeando cacerolas y ollas.



Luego, los estudiantes crean una cultura de las protestas a través de una gran cantidad de manifestaciones artísticas : canciones, bailes … En paralelo a este tipo antiguo de protesta, los estudiantes organizan cabildos que son instancias de discusión y participación ciudadana en el exterior, con el objeto de escuchar las opiniones y propuestas ciudadanas sobre temáticas públicas. Eso es una característica de las nuevas formas de democracia directa, es decir con mayor participación horizontal. Esta práctica de protesta señala una nueva forma de ocupación del espacio público en la medida en que los cabildos tienen lugar en la calle, en los estadios o en los parques públicos de las ciudades.


Estas formas de acción política no convencionales están caracterizadas también por el papel de los nuevos medios digitales. Los estudiantes conectados y movilizados utilizan las páginas facebook o instagram para convocar a las acciones de protestas o para resaltar los logros del movimiento. De las mismas maneras, los videos que muestran las violencias policiales están difusadas en las redes sociales. Más, un grupo de hackers como Anonymous llama a un ataque masivo llamado “maleducados” para apoyar la causa de los estudiantes. Por eso el mundo numérico y la acción política tienen vínculos estrechos en las nuevas formas de protesta.

La acción colectiva de los estudiantes es sobre todo no convencional en el sentido de que se produce sin las instituciones, tiene lugar en espacios públicos y que requiere mucha coordinación, hecha gracias a las diferentes confederaciones. Hoy en día todavía se pueden oír sus gritos, al ritmo de la banda Chico Trujillo: “porque al final lo que hay que vivir/ lo que hay que soñar/ hay que vivirlo”. Entre sueño y vida, los estudiantes chilenos ya han elegido.



Pauline Gibaud, secrétaire

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