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Maradona, la leyenda

Amado, odiado y respetado, así fue la vida de Diego Armando Maradona, quien falleció este 25 de noviembre a los 60 años de edad, pero que se volvió un mito en vida gracias al fútbol y a su personalidad. El mundo tiene la mirada puesta en Argentina y algunos se preguntan cómo la muerte de un futbolista puede conmover a toda una nación. Simplemente porque, para sus compatriotas, era mucho más que el mejor futbolista de todos los tiempos. Argentina es Maradona y Maradona es Argentina. Todo Buenos Aires se unió a la kilométrica fila en la Avenida de Mayo, que conducía al ataúd de Maradona en el palacio de gobierno. Seguidores del club favorito de Maradona, Boca Juniors, del odiado rival River Plate e incluso gente que nunca había estado en un estadio: todos comparten el duelo por su ídolo, Maradona.

Maradona nació el 30 de octubre de 1960. Fue el quinto hijo de los ocho del matrimonio y el primer varón. Tuvo una infancia con carencias y se crió en Villa Fiorito, una de las zonas más desprotegidas y abandonadas de la provincia de Buenos Aires. En 1969 se sumó a “Los Cebollitas”, un equipo juvenil de Argentinos Juniors, que arrasó a casi todos los rivales con los que se enfrentó. Siendo aún un niño empezó a acaparar la atención por su técnica y su desparpajo para jugar. Pasó a Boca Juniors en 1981, donde logró un título de liga. En 1982 participó en su primer mundial, mismo año en el que fue fichado por el FC Barcelona. Ahí ganó la Copa de la Liga, Supercopa de España y Copa del Rey.

Uno de sus logros más importantes fue ser campeón del mundo con la Selección de Argentina en 1986, en el mundial de fútbol en México. Fue en ese mundial la recordada «mano de Dios», que es el nombre con el que se le conoció al gol que anotó a Inglaterra por los cuartos de final un 22 de junio de 1986, en el Estadio Azteca de la Ciudad de México.


Maradona disputó 676 partidos y anotó 345 goles en sus 21 años de carrera, entre la Selección y los clubes.

Siguió su carrera en el Napoli de Italia (1984-1991), en donde siguió ganando trofeos, incluyendo dos campeonatos ligueros, la copa de la UEFA y la Supercopa de Italia. Con el Napoli fue ídolo absoluto. Pero el 17 de marzo de 1991, su adicción a la cocaína le costó su primera suspensión por 15 meses. “Me cortaron las piernas”, dijo. La vuelta fue en el Sevilla de España (1992-1993) y de allí el regreso a Argentina con un breve paso por Newell's Old Boys en 1993. Luego vendría el Mundial 1994 y la segunda sanción, hasta la vuelta a su amado Boca, donde colgó definitivamente los botines el 25 de octubre de 1997, cinco días antes de cumplir 37 años. En una memorable despedida en 2001, en una Bombonera llena de aficionados, Maradona aludió a sus adicciones: "Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha".

Indomable, confrontó con el poder del futbol mundial, desafió al establishment, se abrazó con líderes de la izquierda latinoamericana, tuvo una amistad con Fidel Castro, se tatuó al Che Guevara, lo invitaron jeques árabes y es ídolo de figuras legendarias del deporte universal.


En 2000, tuvo una crisis cardiaca por sobredosis en Punta del Este, Uruguay. Vendría un largo tratamiento con idas y vueltas a La Habana, lejos de las cámaras. Otra crisis cardíaca y respiratoria lo sorprendió en 2004 en Buenos Aires y lo puso al borde de la muerte. Se recuperó. Se operó el estómago hasta que volvió un año después como exitoso animador de televisión. En 2007, los excesos en el consumo de alcohol forzaron dos internaciones con hepatitis tóxica. Fue llevado a un hospital psiquiátrico. Volvió a salir. Para los años 2018 y 2019 llegó a México como DT de Dorados de Sinaloa, para luego regresar a su natal Argentina y convertirse en el técnico de la selección de Gimnasia y Esgrima de La Plata.



Laura Féret, pôle communication, devenue vice-présidente

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